Cuando vi delfines y nadé en agua fosforescente, empecé a conocerme mejor

13.6.17

El destino: Puerto Escondido. El objetivo: vacacionar. Todo lo demás pasó sin querer.
Quique y yo empezamos a "planear" este viaje desde hace varios meses. Y está así, entre comillas, porque sólo nos preocupamos por buscar vuelos y hotel. La vida (y los recuerdos de mi novio) nos dirían qué hacer.
Para mí fue un viaje lleno de obstáculos. ¿Me relajé? Sí, al final lo logré. Pero lo más importante es que me conocí un poco más y volví a enfrentar mis miedos.


Encuéntrate en la oscuridad

Mi primer obstáculo fue luchar contra la ansiedad de subirme al avión; mi round 2 versus el miedo a las alturas. El segundo obstáculo fue atreverme a nadar en el vacío. Puede sonar muy poético, pero así fue como sentí cuando entré a la Laguna de Manialtepec.

Hacía años que quería conocer esta maravillosa laguna de aguas fosforescentes (fenómeno que en realidad se llama bioluminiscencia). Nunca pensé en todo lo que implicaba. Porque no, no hay iluminación más que las lámparas que llevan los lancheros y los reflejos de la luna y los lejanos relámpagos. Tampoco contaba con la profundidad... Ni con la ansiedad, que al momento de tocar el agua me paralizó.

Debo confesar que en realidad iba con la idea de permanecer sentada en la lancha mientras los demás disfrutaban el espectáculo en carne viva. Pero al final pensé "ya estoy aquí y no voy a dejar pasar la oportunidad sólo porque me da miedo". Acto seguido, pedí que me acomodaran el chaleco salvavidas y entré.

Lo único que puede describir eso es "wow!". El agua es tibia. Y a donde sea que veas, sólo hay oscuridad. El espectáculo comienza cuando mueves tus extremidades y tienes un aura blanca muy brillante. No basta von leerlo ni bastaría con escucharlo; es algo que hay que vivir.

Azul rodeado de nada...

Nuestro penúltimo día en Puerto Escondido decidimos tomar un tour para ver delfines. Recuerdo que la lancha se alejaba cada vez más de la playa y yo sólo veía azul por todos lados: en el mar y en el cielo. Azul rodeado de nada; o quizás nada rodeada de azul.

Cuando vi la primera aleta saliendo del agua, rodaron un par de lágrimas por mi rostro. A cualquier lado al que volteara, había grupos de 3 o 4 aletas nadando juntas. De repente saltaba un pequeño, pequeñísimo delfín por aquí; de pronto saltaba uno mediano por allá.

¿Sabes qué fue lo mejor? Que en lugar de perder el tiempo buscando mi celular para capturar la imagen, decidí sólo existir mientras ese vaivén de delfines me rodeaba. Y no, no tengo ni una sola imagen que mostrarte de ese grandioso espectáculo. Únicamente tengo mis recuerdos y este video convertido en gif que grabé del Pacífico a la orilla de Oaxaca. Nada más.


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